jueves, 4 de junio de 2009

JOHANN ZOFFANY. LOS MIEMBROS DE LA ROYAL ACADEMY, 1771-1772.

La obra de hoy, constituye todo un programa del papel reservado a las mujeres en el arte. Ante nosotros, se presentan los miembros masculinos de la recién fundada academia londinense, en torno a sus modelos desnudos. En principio, nada que objetar, si no fuera porque en la fundación de aquella habían participado dos mujeres, Angélica Kauffmann y Mary Moser. A la primera se le debía la popularización del neoclasicismo en Inglaterra, y la segunda era una elegante pintora de flores apadrinada por la reina Charlotte. Sin embargo, ninguna de las dos se encuentra en tan animada reunión. Y la explicación es simple: las mujeres estaban excluidas de tan eruditas discusiones. Los modelos masculinos desnudos no lo permitían, y tal prohibición se extendió nada menos que hasta el año 1922. Sin embargo, ambas mujeres se encuentran en la sala y no son otras que las que aparecen representadas en los dos bustos pintados que aparecen en el ángulo superior de la derecha. Como se ha llegado a decir, “ambas pasaron así a ser objetos de arte en lugar de productoras de arte”. En cuanto a los modelos desnudos, sin duda se trataba de una razón de peso en una sociedad gazmoña y mojigata como la de aquella época, pero también era un obstáculo, y no menor, el hecho de que una mujer optara por una actividad que tanto se apartaba de su papel tradicional de madre y esposa. Según la historiadora Whitney Chadwick, la cultura patriarcal era del sentir de que las mujeres producen niños y no arte, de modo que las mujeres debían estar excluidas de la esfera pública (y el aprendizaje de la pintura era una de ellas), quedando reducidas exclusivamente al ámbito doméstico. Todo ello sin contar con que, caso de haber ejercido dicha actividad, habrían tenido que abandonarla al contraer matrimonio, puesto que el cuidado del marido y los hijos no le habrían permitido tales esparcimientos. Así las cosas, ¿resulta acaso sorprendente el que se diesen tan pocas mujeres artistas?

4 comentarios:

  1. Es penoso que a lo largo de la historia de cualquier ámbito, la mujer apenas destaque. Este hecho resulta muy contradictorio, especialmente en el mundo del arte, dada su innata sensibilidad, tan capaz de ser expresada y desarrollada.

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  2. Muy cierto. Pero la mentalidad de la época destinaba a la mujer al hogar, y para desenvolverse en él no se necesitaban demasiadas exquisiteces. Bastaba vigilar a la servidumbre (quien disponía de ella, claro), atender a la crianza de los hijos (con embarazos muy seguidos, porque la mortalidad infantil era pavorosa)y ocuparse del marido. Como mucho, el aprendizaje de la pintura en la mujer se admitía como adorno u ornato, lo mismo que un poquito de francés y otro tanto de piano. De esta manera, sus posibilidades en el mercado matrimonial eran mayores. Ahora bien, de eso a dedicarse a la pintura mediaba un abismo, que la sociedad de la época no veía con buenos ojos. El sostén económico del hogar era tarea exclusiva del marido, excepto entre las clases trabajadoras.

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  3. Es cierto, fuimos excluidas durante siglos de mucho “mundo”.
    Debieron sentirse encadenadas y condenadas a un papel pasivo en el arte y la cultura, fueron victimas de su tiempo y lucharon por su propia identidad. Tuvo que ser muy duro reprimir tanta sensibilidad conformándose con representar el único papel posible delante del caballete, el papel de musas.
    Posiblemente por eso nos hemos perdido grandes obras, pero también por eso, esas mujeres excepcionales consiguieron intensificar la creatividad de quienes las amaban... no creo que el arte esté enfadado por eso, tenemos que agradecer mucha inspiración a las musas.
    ¿Quién aportó más a la pintura, Dora o Gala con sus besos o Sofonisba y Frida con sus pinceles?

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  4. Los términos de la pregunta, amiga Paca, no son excluyentes. Pero era lógico que las mujeres con aspiraciones artísticas desearan ser algo más que musas -caso de que estuvieran en situación de poder representar ese papel-. En cualquier caso, algunas consiguieron vivir de la pintura, y acaso sea ya el momento de que nos ocupemos de alguna de ellas.

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