viernes, 1 de enero de 2010

MARIANNE LOIR. RETRATO DE LA MARQUESA DE CHÂTELET, 1745-1749


La retratista francesa Marianne Loir (1715-1769), fue miembro de una familia de artistas activa en París como orfebres desde el siglo XVII. Poco sabemos de ella, salvo que fue discípula de Jean-François de Troy y que, en 1762, fue elegida miembro de la Academia de Marsella, una institución que, a diferencia de la Académie Royale, admitía a aficionados de ambos sexos y no excluía a las mujeres de premios y exposiciones. En cualquier caso, los diez retratos que se le atribuyen ponen de manifiesto dos características indiscutibles de su actividad como pintora: su habilidad para captar las calidades táctiles de objetos y vestidos y su penetración para poner al descubierto los rasgos psicológicos de sus clientes.
El Retrato de Gabrielle-Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquise du Chatelet,1706-1749), forma parte, según la historiadora del arte Whitney Chadwick, de una serie de retratos de salonniéres y otras mujeres intelectuales realizados por pintoras, al parecer evidencia de una tradición en la que las mujeres con frecuencia representan a las mujeres. La marquesa fue un personaje fascinante y singular que tuvo la fortuna de tener un padre muy preocupado por su educación, seguramente asombrado de la brillantez y precocidad de su inteligencia. A los 17 años leía a John Locke en su lengua. Casada muy joven, tuvo la suerte también de contar con un marido que no sólo supo valorar sus excepcionales dotes intelectuales sino que, hombre de mundo, tolerante y comprensivo, supo mirar para otro lado cuando su esposa se entregaba a frecuentes lances amorosos, algo nada excepcional en una época en que muchos matrimonios se basaban en consideraciones bastante ajenas a lo que hoy entendemos por amor, sea eso lo que fuere. Por lo demás, la época de Luis XV en Francia tampoco fue un dechado de virtudes domésticas. De modo que por su lecho pasaron personajes como el matemático Mezieres, el marqués de Guébriant, el mariscal Richelieu, y, sobre todo, el filósofo Voltaire quien, conocedor de su extraordinaria valía, la animó a dedicarse a la física y a las matemáticas, lo que le permitió codearse con intelectuales de la talla de Leibniz, Maupertuis o Buffon, abordando la traducción de los Principia Matemática de Newton. Hoy día se le considera como una de las primeras científicas digna de tal nombre, junto a Madame Lavoisier.
En el retrato que de ella realiza Marianne Loir se nos presenta vestida “a la inglesa”, esto es, de forma cómoda y un punto desenfadada, alejada de los formalismos típicos de las damas francesas de la época. Se sienta erguida en un sillón de brocado, con el codo izquierdo descansando en la mesa que se encuentra tras ella. Vuelta hacia la derecha, sonríe ligeramente al espectador con unos ojos cargados de inteligencia. Por lo demás, en el cuadro abundan los símbolos que aluden a su intensa vida intelectual. En primer lugar el libro abierto y las páginas sueltas de un manuscrito que aparecen sobre la mesa. Junto a ellos, un planetario de mesa, es decir, una representación del sistema solar. Y, al fondo, estanterías cubiertas de libros enormes. En suma objetos todos que aluden a la naturaleza de sus intereses. Con el clavel blanco que sostiene en su mano izquierda se quiere aludir a la pasión, muy apropiadamente en el lado del corazón. Y, en la mano derecha, tradicionalmente la mano de la razón, un compás para significar su condición de matemática.
Y basta por hoy. Para terminar desearía hacerlo con las hermosas palabras que Fernando Savater le dedicó en artículo impagable:
“Pero ante todo, por encima de todo, contra todo, se dedicó a la filosofía y no al prejuicio, a la ciencia y no a la superstición, a la pasión y no a la gazmoñería, al juego y no a la oración, a la felicidad y no al renunciamiento. No se entregó al confesor ni a la familia, sino a Voltaire. Y cuando años después comprobó que el enciclopedista, además de descuidarla por otras, ya flaqueaba a la hora sagrada del empuje erótico, se buscó un amante joven y vigoroso, incluso demasiado vigoroso quizás. Hizo bien, que caramba: chapeau!”

4 comentarios:

  1. Mi querida amiga; cedo a mi viva inquietud y le dedico estas palabras para expresarle cuán grato ha sido verla viva en este retrato. No imagina los sentimientos y sensaciones que me proporciona su cercanía, siempre quise conocerla y aunque las dos fuimos iluminadas por el Siglo de las Luces nunca coincidieron nuestros pasos. Supiste disfrutar del teatro, la música, los lujos y las buenas amistades. Tuviste la suerte de tener en tus brazos a grandes hombres, los admiraste y te admiraron, fuiste libre, precoz y aventajada. ¿Qué libro es ese que no me dejas ver desde aquí? ¿En quién piensas con esa flor en la mano? ¿En Richelieu, Voltaire, en tu poeta del amor o en las letras de Newton? No dejaste que el disfrute de la pasión te empañara la razón, siempre con tu compás en la mano, queriendo medir el sol, el mundo, las distancias entre el saber y tú, siempre queriendo llegar al conocimiento. El pincel de Loir te ha hecho justicia, se te ve inmensa, segura y relajada, pero a punto de levantarte, inquieta, me gusta tu vestido y las puntillas que te adornan y esos ojos tan vivos repletos de matemáticas. Tu generoso escote ¿Alberga un gran corazón? Me hubiera gustado saber como amiga de tu inteligente conversación y de tus noches de alcoba. Fuiste grande, Versalles siempre te echará de menos.
    París. Marquesa de Merteuil

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  2. ¡Quién me iba a decir que iba a aparecer por estos pagos nada menos que la marquesa de Merteuil! Seguro que habrá tenido que interrumpir su licenciosa correspondencia con el Vizconde de Valmont, a mayor gloria de los goces del cuerpo en un siglo que sólo parecía estar dominadado por las delicias del intelecto. La de Châtelet se merece tan hermosas palabras como le dedica nuestra libertina y por eso albergo la esperanza de que no sea la última vez que nos visite.Merci bien, madame.À bientôt.

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  4. ¡Vaya, vaya!, ¡menudas visitas recibe este blog!. Yo estoy encantada de poder conocer un poquito de historia - una de mis asignaturas pendientes - a través de él.
    Es por eso que estoy impaciente por averiguar cómo comienza el 2010. Seguro que nos tendrá preparado algo grande...

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