sábado, 19 de diciembre de 2009

Bueno, ya iba siendo hora de que nos ocupáramos del desnudo, género éste que alcanzó extraordinario desarrollo durante la segunda mitad del siglo XIX, de la mano de las diferentes corrientes del realismo pictórico. El ejemplo que hoy presentamos es obra del holandés establecido en Londres, Sir Lawrence Alma Tadema (1836-1912), quien, en plena época victoriana, alcanzó gran éxito con sus escenas de la vida cotidiana ambientadas en el mundo antiguo: Egipto, Grecia y Roma. Su título, Tepidarium, se refiere al cuarto de baño tibio de los romanos, calentado por un sistema de calefacción debajo del piso. La pintura nos muestra a una joven que sostiene en su mano izquierda un plumero de avestruz y en la derecha un estrigilo, instrumento compuesto de una espátula curva y mango de madera usado por griegos y romanos para limpiarse el cuerpo, tras haberlo embadurnado de aceites y ungüentos. Como en muchas otras de sus pinturas, Alma Tadema combina la exactitud arqueológica de los detalles con la agresiva modernidad de figuras y actitudes. Fue también, entre los pintores victorianos, el más talentoso en la representación fiel de texturas, superficies y colores. En la reproducción del mármol llegó a conseguir tal habilidad que se le llegó a llamar The Marbelous Painter (el pintor del mármol), juego de palabras que evocaba el adjetivo Marvellous (maravilloso), destreza de la que nuestra pintura da cumplida noticia. En cualquier caso, el realismo aplicado al desnudo hizo que esta obra protagonizara una anécdota curiosa, pues la compañía de jabones transparentes A&W Pears, propietaria de la obra hasta 1916, estuvo a punto de utilizarla como reclamo publicitario. El cuerpo femenino comenzaba a ser usado como gancho por la incipiente sociedad consumista.
La obra posee un alto contenido erótico, derivado, al menos en parte, de la mirada de un voyeur que se introduce de forma subrepticia en un ámbito exclusivamente femenino. La única figura de la pintura, una mujer desnuda acostada, se cubre sus genitales, mientras expone el resto de su cuerpo a la mirada del espectador, cuya atención se siente atraída por un plumero que parece estar a punto de caer de las manos de la mujer -tal es la lasitud de su cuerpo- dejando al descubierto su entera feminidad. Su cuerpo llena la pintura y el punto de vista bajo adoptado por el pintor nos la presenta como si reposase sobre un altar para ser adorada. Mira intensamente a su mano derecha en la que sostiene el estrigilo, herramienta útil para restregar el cuerpo, pero, al mismo tiempo imagen fálica inconfundible ya descubierta por los críticos coetáneos, pero de un sentido explícito para el público moderno, totalmente acostumbrado a las imágenes sexuales. La alfombra de piel añade suntuosidad y calidad táctil a la suave y luminosa atmósfera y a la sensual figura. La inclusión de estos dos objetos añade un indudable erotismo a la pintura de Tadema, erotismo que se deriva no solo del rubicundo cuerpo desnudo de la mujer sino también del voyeurístico acto de mirar en un ámbito privado al que no hemos sido invitados.

4 comentarios:

  1. José…es una pintura tremendamente femenina, impresiona lo absoluto de ese cuerpo que llena la pintura y lo inmensamente serena que se encuentra la mujer.
    Con su mano derecha hace un himno a la sugerencia y con la izquierda sostiene un lánguido plumero púbico… en una actitud completamente sutil y hermosa, trasmite elegancia y tranquilidad…. La aboca entreabierta, esperando suspiros, envuelta en un cálido erotismo, languidece en un sopor íntimo que quizás yo no debiera observar...me siento intrusa. Me recuerda a la Bella después de haber sido visitada por su Bestia, y haberse dejado él, la piel en el intento, ella yace sobre esa piel tibia y viva aún… llena de luz. No creo que piense en darse un baño, más bien está soñando, está en un estado de ensoñación digno de dioses, templada.
    Es una obra bellísima, sumamente agradable de contemplar, el mármol está vivo, pero el cuerpo lo eclipsa. Como mujer me alegra ver ese estado tan pleno de otra mujer, me entusiasma que los artistas osen representarnos así… colmadas.

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  2. Una obra maravillosa y tremendamente bella, plácida y erótica que derrocha calidez y sensualidad. Es cierto que el espectador se siente intruso en una intimidad a la que es ajeno....pero sólo siento deseos de permanecer mirando.
    Gracias, Pepe, por tus lecciones y tus cuadros.

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  3. Hola José,

    Soy una ex-alumna de tu hermano Rafael y me ha recomendado tu blog.
    He de decirte que estoy alucinada con el trabajo que estás haciendo y que me encantan los temas que tratas.
    Yo estoy haciendo un trabajo de investigación y como tema he elegido la mujer a través de la pintura del siglo XIX. Como el tema me parecía extenso ya de por sí, he querido acortarlo un poco y he decidido centrarme en los autores más característicos de cada país. De España, Goya (me voy a centrar sobre todo en el majismo, aunque si tú tienes alguna otra idea y te gustaría compartirla conmigo, estoy abierta a todo tipo de sugerencias), de Francia Gustave Courbet o Jaques-Louis David (aunque este último no me convence mucho ya que no encuentro información relacionada con él y las mujeres), y me gustaría mencionar algún otro como la escuela flamenca o Italia.

    Un saludo y enhorabuena por el magnífico trabajo.

    Sara Soto

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  4. Amiga Sara: celebro que te guste el blog, y a partir de este momento estoy seguro de que lo vas a enriquecer con tus aportaciones. En relación a tu objeto de estudio existen obras que te han de ser de suma utilidad. Para empezar, convendría que consultaras la bibliografía que ya te he hecho llegar, cuya consulta, en gran parte, te será posible en la excelente biblioteca del Centro de Documentación "María Zambrano", de Sevilla, (C/ Alfonso XII, 52, junto al Museo de Bellas Artes). En concreto, sobre Goya, podrás encontrar el libro de Natacha Seseña, "Goya y las mujeres", Taurus, 2004, aparte de otros artículos -en concreto tres- aparecidos en "La mujer en el arte español", Actas de las VIII Jornadas de Arte Español celebradas en Madrid en 1997. Ignoro si existe alguna publicación, en español, que se ocupe de J. L. David y las mujeres, pero en la obra de Albert Boime, "Historia Social del Arte Moderno", volumen 1, hay un capítulo dedicado a la Revolución Francesa en la que se hacen curiosas observaciones sobre algunas de las obras en que se manifiesta su conocida misoginia. Por el momento, estas consultas pueden llevarte tiempo. En cualquier caso, ponte en contacto conmigo a través de correo electrónico, para no recargar el blog con excesivos datos técnicos. Saludos.

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